Para el segundo día estaba programado el primer viaje a determinados lugares históricos de Grecia, que están muy conectados con el conjunto de actividades programadas. Este viaje queda visualizado en este mapa.
Nuestra primera parada en este recorrido ha sido el Istmo de Corinto. Este itsmo es una franja de tierra que une la península del Peloponeso con la Hélade, la parte de la Grecia continental. Está bañado por el mar Jónico y el mar Egeo. En su punto más estrecho, el istmo mide 6,3 km de ancho. Aunque el proyecto no se concretó hasta el siglo XIX, la idea venía concibiéndose desde al menos el siglo VII a. C., cuando el tirano Periandro de Corinto pensó en ejecutar una obra similar pero se vio obligado a cancelarla debido a las dificultades técnicas, insalvables para la época, construyendo en su lugar una rampa de piedra sobre el istmo de Corinto a la que se conoce como Diolkos, y cuyos restos pueden verse todavía hoy discurriendo de forma paralela al canal. Durante la épcoa de Julio César, el emperador Nerón y su sucesor Galba también hubo proyectos de acometer este obra. No obstante, solo se construyó entre 1881 y 1893 por el ingeniero húngaro István Türr (1825-1908), bajo los proyectos de Ferdinand de Lesseps, que recogían a su ve el antiguo trazado de Nerón. Este canal evita el rodeo de 400 km alrededor de la península del Peloponeso a los barcos pequeños, con unas dimensiones de 21 m de ancho y 8 de profundidad. A pesar de estas limitaciones, miles de barcos cruzan el canal cada año, en su mayoría pertenecientes a rutas turísticas.
La segunda parada de este itinerario fue el Teatro de Epidauro, el más famoso del Arte griego y el mejor conservado. Este teatro ha sido atribuido a Policleto el Joven, fehcado hacia mediados del siglo IV a. C., junto al cabo de Nesi en Palaia. Se utilizó un desnivel natural del terreno, en el monte Kynortion, de 24 metros para edificar una concha de 135 metros de diámetro que se divide en dos zonas. La parte inferior del hemiciclo está dividida en 12 cuneus con una treintena de gradas cada uno mientras que en la zona superior se hallan 22 cuneus con 20 gradas cada uno. La «orchestra», circular, tiene casi 20 metros de diámetro. En total podía albergar hasta 15.000 espectadores que disponían de dos tipos de asientos: los del pueblo consistente en las propias gradas y los de las personalidades políticas, con respaldo y brazos. Debido a su increíble estado de conservación, podemos encontrar en él numerosos mosaicos e inscripciones que dan prueba de su relación con el culto a Dionisos. Pero además, estas inscripciones detallan que el teatro fue construido por secciones que lo fueron ampliando. Los asientos y tronos también conservan inscripciones de los nombres de los donantes. Sobre una de las paredes del teatro se construyó la segunda colonia del cabo de Nesis. Desde el se disfruta de unas vistas espectaculares del apacible paisaje del valle de Asclepio. Sirvió de modelo a numerosos teatros griegos y se ha convertido en el símbolo del teatro griego antiguo. En este lugar fue proclamada la independencia de Grecia en 1822.
En el mismo recinto visitamos el Santuario de Asclepio (Esculapio), hijo de Apolo y dios de la Medicina, donde se celebraban cada cuatro años las «Asclepeia», fiestas panhelénicas en honor de este dios que combinaban pruebas gimnásticas, poéticas y musicales. Este conjunto arquitectónico fue proclamado Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1998. El conjunto del templo estaba en una llanura rodeada de montañas; este valle es aún llamado Hierón («sagrado»), y la ciudad que allí existe se llama Koroni, derivado de Coronis (o Corónide), la madre de Asclepio. Las montañas se llaman actualmente Bolonidia, pero antiguamente se llamaban Títión, porque el hijo de Coronis fue amamantado por una cabra. Este recinto sagrado que tenía diversos edificios públicos. Se compone de un templo principal dedicado a Asclepio, el tholos (templo circular construido sobre el año 360 a.C. en cuyo punto central estaba situada una fuente cuya agua se consideraba milagrosa), otros templos dedicados a Artemisa y Afrodita y edificios destinados a los enfermos. Actualmente hay un museo en el que se exponen los objetos encontrados durante las excavaciones. El santuario comenzó siendo un templo dedicado a honrar al dios de la Medicina y terminó convirtiéndose en un lugar de peregrinación para los enfermos debido al agua milagrosa con la que los sacerdotes del santuario sanaban a los enfermos. Cuando el general romano Emilio Paulo visitó el santuario después de la conquista de Macedonia, en el 167 a. C., aún era muy rico y estaba lleno de ofrendas; pero después fue objeto de muchos robos, especialmente en tiempos de Sila, a comienzos del siglo I a. C.
Continuamos este itinerario encaminándonos hacia la ciudad de Nauplia. Su nombre, según Estrabón, estaba relacionado con el hecho de que se trataba de un lugar donde fondeaban las naves, y se suponía que del nombre de la ciudad habría derivado el personaje mitológico de Nauplio. Existe otra tradición que dice que fue fundada por Nauplio, navegante que recorría los mares hijo del dios Poseidón y Amimone según la mitología griega; colonia egipcia según otras fuentes, lo cierto es que Nauplia rezuma Historia y destila aires venecianos. Estos ocuparon la ciudad durante varios siglos y la defendieron de los turcos construyendo el castillo de Palamidi y fortificando la ciudad. Romana, bizantina y otomana, Nauplia también fue la capital de Grecia -sede del gobierno- durante la guerra de la Independencia: desde 1823 a 1834, momento en el que se nombró a Atenas. Con 14 mil habitantes, conserva el porte señorial como puerto estratégico en el golfo Argólico, en la parte sureste de la región Peloponeso. Así, pasear por entre sus calles pavimentadas con mármol y edificios de aire neoclásico, o ascender por las fortalezas entrelazadas, es remontarse al enclave estratégico que fue motivo de continuas disputas entre venecianos y otomanos desde el siglo XV en adelante, si bien el origen de la ciudad data de mucho antes. De entre los tres fuertes de Nauplia cabe destacar el de Palamidí, sobre la colina oriental que domina la zona; se trata de una poderosa estructura amurallada que rodea siete bastiones autosuficientes, diseñados para resistir la temible artillería de la época. Para contemplar las hermosas vistas que se ofrecen desde lo alto de Palamidí hay que armarse de valor, ya que casi 900 escalones culminan la ascensión desde el casco viejo hasta la cima, aunque siempre es mas cómodo usar el coche. Tiene un encanto especial el tomarse un café en alguna de las terrazas que dan al mar. Desde ellas se puede contemplar el islote de Bourtzi, un castillo que parece flotar sobre las aguas.
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